¿Soy egoísta?

Publicado: 19 de abril de 2017, 00:00
  1. Psiquiatría General
¿Soy egoísta?

“El provecho de uno es el perjuicio de algún otro.” – Michel de Montaigne (1533-1592) Tenemos un gran rechazo social hacia el egoísmo a la vez que observo una gran confusión acerca del significado y las implicaciones del mismo. En terapia cuando animo a las personas a pensar en ellas mismas, en el sentido de poner atención a sus voluntades, a legitimar sus sentimientos y a darse voz a sí mismos, fácilmente lo asocian con el egoísmo. Esta palabra emerge de casi todas las bocas que tengo sentadas delante de mí en algún momento de la terapia. Y cuando emerge, observo que va acompañada de una mueca de rechazo y de un sentimiento de culpa y pesar. Pero ¿qué es el egoísmo? El egoísmo yo lo defino como el hacer en beneficio para uno mismo y en detrimento de los demás. Según la RAE el egoísmo es: un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Y ¿por qué las personas tienden a obviar la condición que define el término? O sea, ¿el perjuicio hacia los demás? Desde pequeños, desde bebés, les enseñamos a compartir sus juguetes en el parque. Ellos no entienden lo que les pedimos y se frustran, se enfadan. ¿No será que demasiado temprano les intentamos inculcar una educación que vulnera su propio deseo? Si un bebé (hasta los 2 años) o un niño pequeño (de 3 años) está jugando tranquilamente con su pala y su rastrillo en el parque y aparece otro pequeño cogiéndole la pala, ¿por qué nos levantamos y le persuadimos para que comparta su pala con el otro? Y además, ¿por qué nos sentimos algo avergonzados por la actitud natural del niño? Como si fuera una señal de egoísmo, convencemos a nuestro hijo, quizás le reprendamos, y le prestamos nosotros su pala al nuevo amigo del parque. Para mí, aquí es donde empieza la confusión entre el defender nuestros propios deseos y voluntades y el egoísmo. Somos seres sociales, pero también somos personas individuales. Enseñar a compartir es necesario, pero sin vulnerarnos tampoco a nosotros mismos. ¿No es acaso una vulneración del derecho de nuestro pequeño, quitarle la pala con la que juega concentradamente, para entregársela a otro niño? Evidentemente, cuando el niño está madurativamente preparado, hacia los 4 años, es cuando le podemos enseñar a compartir, pero siempre respetando también su voluntad. Una enseñanza a través de la cooperación y no competitiva, es una buena forma de hacer crecer niños más seguros de sí mismos a la vez que menos egoístas. A medida que las personas crecen van integrando un código de valores de convivencia social. La empatía permite a las personas ponerse en el lugar del otro y por lo tanto a relacionarse de forma sana y atenta a su entorno. Sin embargo, son muchas las personas (y creo que más aún mujeres) que están tan atentas al cuidado de los demás, que ignoran sus propios derechos personales. De esta forma las conductas excesivamente complacientes hacia los otros pueden generar malestar en nosotros mismos. Actuar desde la responsabilidad con criterio propio, el cuidarnos a nosotros mismos, legitimar nuestros sentimientos y voluntades no es ser egoísta. Podemos cambiar de opinión, podemos decir NO y esto no nos convierte en seres egoístas. El egoísmo implica en sí mismo el actuar de tal forma que se vulnera al otro. El beneficio de uno mismo implica el perjuicio del otro. También es recurrente la afirmación aquella que dice que todo ser humano es egoísta y que además, el altruismo es otra forma en la que se manifiesta el egoísmo. Así, personas que han dedicado o dedican parte de sus vidas a ayudar a los demás, a seres más vulnerables y con menos recursos, también son tachadas de egoístas por el simple hecho que ellos sacan un beneficio personal, por ejemplo la satisfacción. No estoy de acuerdo en absoluto. Obtener beneficios para uno mismo no tiene nada que ver con el egoísmo. Los actos se convierten en egoístas cuando con ellos se perjudica a terceros. Tratemos con respeto y consideración al otro, pero también a nosotros mismos.

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